Despertar

Parece claro, y estaremos de acuerdo, que algunas de las mejores cosas pasan cuando estamos, con los ojos cerrados, y el piloto automático activado. Dormir es ese espacio de tiempo que nuestra maquinaria dedica a repararse, a engrasarse, y a ponerse a punto para rendir nuevamente. Es un tiempo a veces suficiente, y otras un tanto insignificante.

Lo más bonito del descanso son sin lugar a duda los sueños. Aunque disfrutar de la cama estirado en el momento previo no tiene desperdicio. Lo confieso, soy mas bien rarito, me gusta dormir más solo, que acompañado, soy alguien caluroso por lo que el calor no es un argumento adecuado, y lo de abrazar ya mejor no hablar, huele a caducado. Para un fiel defensor de los abrazos que son hogar, esperemos mejor a cuando los pueda recordar. Descansar es un acto solitario que en nombre del amor hemos querido mancillar. Lo siento por Disney y por aquellos defensores de la idea romántica de descansar, pero con la boca abierta y salivando, me temo, que no os voy a conquistar.

Soy de los que disfruta de la cama, del roce de las sábanas, de estrujar la almohada y darle la forma exacta de mi cara, del nórdico que parece que me quiere abrazar y de la luz tenue que invita a soñar. Así que, volvamos a los sueños, a esas historias incoherentes que para unos tienen significado y para otros suceden sin más.

Hay sueños que recuerdo de manera tan vívida que han cruzado el límite de la realidad, con taquicardia, con sufrimiento e incluso con llanto. No seré yo el que haga apología de recordar tan solo los sueños negativos, porque estaría siendo tremendamente injusto con buena parte de quien soy, y, por supuesto, de lo que sueño.

Una vez soñé que escribía bonito, que había roto cuantas barreras mentales fui construyendo en mi pasado. Soñé con un rincón en el que en mi nombre, desde la humildad, desde el cariño, pero también, desde el amor propio, escribiera y compartiera mis inquietudes a través de las letras. Soñé con contar, narrar, escuchar y dialogar. Pero, ¿Sabes qué? Fue entonces cuando desperté … Maldita sea ese momento en que rompes el hilo conductor de tu historia, (y) cierras fuerte los ojos, pretendiendo continuar.

Así pues desperté, me resigné a olvidarme de mi sueño, como tantas veces me ha pasado. Al otro lado de la cama estaba mi ordenador, aún con la pantalla encendida, no entendía nada, eran las tres de la tarde y yo parecía que llevara horas en ese magnífico sueño. Así que recordé, recordé que no todo había sido un sueño, antes de cerrar los ojos, ya había pasado a la acción y estaba construyendo ese rincón, porque la mejor parte de los sueños no es tanto lo bonito de estos (que también) sino el proceso en que conviertes un sueño en realidad.

Bienvenido/a a mi sueño hecho realidad.

Gracias por venir a sentarte en mi fábrica de sueños, en la biblioteca de mis sentimientos, (esa que está) junto a la chimenea de mis emociones. Gracias por descansar en el sofá de mi acomodada y perfeccionada zona de confort, a la luz de mis ilusiones y con vistas a la terraza de mis experiencias pasadas. Te prometo que he echado el cerrojo muy fuerte, para que te sientas feliz de estar, de ser y de sumar, para que nadie perturbe este contrato que hemos hecho tú y yo, de paz.

Ah, por cierto, que nadie te diga que lo mejor, era soñar, porque lo que ha sido aún mejor, sin lugar a dudas fue,

… despertar.

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