Caprichoso destino

Honestamente no sé si soy alguien que pueda hablar con conocimiento sobre lo que ya introduzco más arriba, no obstante, es una idea sobre la que he dedicado tiempo a rumiar pensamientos en mi locomotora emocional.

La parte más positiva del tiempo que pasamos a solas, es, que tenemos algunos momentos en los que hasta nos escuchamos a nosotros mismos, cosa que en la sociedad microondas en la que vivimos parece una tremenda utopía. Es en esta conversación privada, que no se verbaliza, donde se alcanza a desgranar las ideas más vulnerables de aquellos en quienes nos hemos convertido. Y fue aquí, donde descubrí cuánto de caprichoso había sido el destino, de existir y de tener alguna capacidad de decidir en aquello a lo que suelo llamar, vivir.

Nunca he creído en el destino, quizá porque de algún modo, pensar que hay un esquema de acontecimientos, organizado, diseñado o premeditado sobre lo que he vivido, vivo y viviré, me ha hecho sentir un títere, una marioneta de hilos invisibles, y, siempre me revelé contra esa idea. Este texto, os lo escribo a todos aquellos quienes confían en la idea de la marioneta. Caprichoso destino es un título más comercial que visceral, porque de mi idea, salía mucho más, un ¡Maldito seas destino! Porque sí, porque si no quien me iba a calmar a mí, las ganas de revelarme nuevamente contra él.

Así pues, te conocí hace algo más de 12 años, yo era un niño, lo sé, tú encima eras la guapa de la clase también, y claro, las opciones estaban claramente desequilibradas a favor de él, de ellos, ya ni sé. Hice un poco el idiota esperando que te fijaras en mí, pero yo era tímido, escuálido y con cierta falta de amor propio, que debía proyectarse de lejos, porque fueron pocas y breves las veces que cruzamos alguna palabra, alguna sonrisa. Yo me fui pronto lo sé, desistí, me rendí, aquello no era lo mío, me sentía vacío y fuera de lugar, no contigo, que también, los estudios estaban acabando con mis ganas ser, otra vez, ya no sé ni qué.

Y lo cierto es que nunca más, en directo, te he vuelto a ver. Yo hice mi vida lejos de allí, me consta que tú también, parecías feliz, yo siempre te observé, desde la pantalla, desde tus redes, intuyéndote feliz, viajando, soñando y siendo quien querías ser. Así pues, y tras muy pocas interacciones digitales, 3 parejas después y revés tras revés, me lancé a escribirte, a saber, a ver que tal estabas a ver si nos volvíamos a ver. Hablamos, ¡Vaya si hablamos! Durante horas, durante días, yo esperaba tras el teléfono una y otra vez, e incluso a veces tardaba en responder, para no demostrarte las muchas ganas que tenía de volverte a leer, porque eso ya lo he probado, y no ha salido bien. Parecías con muchas ganas, te había vuelto a oír otra vez, tu voz, tu naturalidad y tu característica forma de ser.

Efímero, rápido muy rápido sentí que no tenías el mismo interés, que los mensajes tardabas en responder, cultivé mi amor propio y no te dejé mucho entrever, que me estaba yendo otra vez. Había imaginado nuestra conversación casi 13 años después, que quería de verdad volverte a ver, pero que quizá no era el momento, otra vez. Diseñamos vernos, contarnos, ponernos al día, e incluso te dije una vez, que pena que no tengamos las mismas ganas de conocernos por primera vez, porque en realidad nunca lo terminamos de hacer.

 

Y me alejé, y seguí viéndote a través de la red, con mucha pena, con cierto remordimiento y una lucha interior entre no haber remado quizá algo más fuerte esta vez, y mis ganas de dejarte ser, tú sin mí, sin más historia en la que creer.

Caprichoso destino, que parece empeñado en que no nos lleguemos a conocer. Caprichoso destino y maldito seas, si es que existes, otra vez.

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